domingo, 31 de enero de 2010

Con una vida no me da.

En una de mis próximas vidas, quisiera ser una encantadora señora con muchas aventuras vividas e historias que contar a la gente.

Ser propietaria de un pequeño y acogedor Bed&Breakfast en algún rinconcito del planeta, con sólo 3 habitaciones y estancia mínima de 6 días.

Seré una señora divertida, que cuente anécdotas a los huéspedes cuando traigan una botella de vino del pueblo de al lado y nos sentemos a charlar en el salón, las noches de tormenta.

No sé si estaré casada, divorciada, soltera, si me quedé esperando a mi hombre en el muelle de San Blas o si seré la viuda de un hombre maravilloso que barnizó la silla mecedora que hay en la entrada…pero habré conocido el amor de verdad.

Las habitaciones serán pequeñitas, pero cómodas. Con suelo de parquet y los muebles de madera . Nada de baños comunes. Las bañeras serán de esas antiguas que salen en las pelis románticas...donde los protagonistas se relajan tomándose un buen baño con espuma, copa de vino y velas. No habrá lámparas de techo, porque la intensidad de la luz que tienen, no me gusta. Serán lámparas de pie como las de Ikea, que me encantan y me dan tranquilidad. Las camas no tendrán las típicas mantas rancias que raspan, sino edredones con fundas agradables y suaves…las cortinas serán de esas que ves desde la calle y piensas “Seguro que la habitación es bonita”. Olerán a limpio y serán calentitas, porque en éste rinconcito del planeta, suele hacer frio por la noche.

Habrá un salón común con chimenea, una alfombra preciosa, marcos con fotos, una estantería con libros y un equipo de música. Al lado todos los cd´s que he ido acumulando durante mi vida y que no le habré devuelto a algunos de mis amantes. Por las mañanas me despertaré temprano para hacer el pan del desayuno y cuando los huéspedes se vayan, echarán de menos el olor del panito recién hecho…o eso me dirán en las postales.

Seré una señora con gafas de pasta, que sabe apreciar la vida y los pequeños detalles. Daré consejos a quien me lo pida, conoceré a muchas personas y seré capaz de saber cómo se siente cada una, con sólo ver cómo desayuna.

Llegarán huéspedes enamorados que harán el amor en la bañera, en la cama y donde sea. Cualquier lugar es bueno. Se sentarán en la mesa del comedor más cercana al ventanal. Les gusta sentir el calorcito de los primeros rayos de sol en la cara…cierran los ojos y respiran hondo. Cuando amas a alguien y estás en ese momento de “no puedo ser más feliz”, parece que todo es perfecto y cualquier cosa te hace sonreír.

Llegarán amantes…los primeros días están resplandecientes, pero cuando se acerca el día de irse, se les nota más irascibles y malhumorados. Uno siempre se entrega más que el otro. Lo ves en la forma de actuar, de mirar. Uno de ellos, siempre intenta buscar la mano del otro para acariciarla, pregunta si le ha gustado el desayuno, habla de lo que harán durante el día y de lo mucho que disfrutó el día anterior.

Vendrán huéspedes con mochila a la espalda. Esos serán mis preferidos, seguro. Con ganas de vivir y de descubrir cosas. Que se pasen el día con una cámara en la mano y que tengan curiosidad por todo. Serán los que más temprano se levantan, pero los que más tarde se acuestan. Desayunarán hasta reventar y se guardarán piezas de fruta y dulces en una servilleta, lo meterán todo en la mochila y así no tendrán que comprarse nada para almorzar. El dinero que se ahorran, lo invertirán en postales y mermeladas caseras típicas. Lo que ellos no sabrán es que siempre me sacan una sonrisa cuando les veo mirar de un lado a otro, nerviosos por si les pillo.

Y también llegarán personas que necesitan tiempo, que estén pasando por una transición. Que tengan que poner en orden sus pensamientos y establecer un orden de prioridades. Personas que creen que no se conocen a sí mismas y vienen al pueblo a encontrarse. Son los que más suspiran durante el desayuno. A veces se pasan largo rato mirando a través de la ventana y les gusta sentarse en la chimenea, a leer o a escuchar música. Ellos serán mi punto débil. Acabarán contándome sus inquietudes, sus problemas e intentaré ayudarlos…o por lo menos, les ofreceré un buen chocolate caliente con nubes de algodón mientras les cuento alguna historia, para que desconecten de sus problemas y se rían un rato.

Eso me haría feliz. Me lo pido para mi próxima vida.

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